Soy Andrew Ryan y tengo una pregunta que hacerte: ¿acaso un hombre no tiene derecho al sudor

de su propia frente? “No” -dice el hombre de Washington-. “Pertenece a los pobres”. “No” -dice el hombre del Vaticano-. “Pertenece a Dios”. “No -dice el hombre de Moscú-. “Pertenece a todos”. Yo rechacé esas respuestas. En vez de eso, elegí algo distinto. Elegí lo imposible. Elegí… Rapture. Una ciudad donde el artista no tenía que temer al censor. Donde el científico no estaba limitado por la nímia moral. Donde los grandes no estaban constreñidos por los pequeños. Y con el sudor de tu frente, ¡Rapture también puede ser tu ciudad!

Rapture está situada en el fondo del Océano Atlántico del Norte y se describe como una reluciente metrópolis de edificios de estilo art decó conectados entre sí por redes de túneles suspendidos de cristal, sistemas de batisfera y tranvías sumergidos (Expreso Atlántico). La ciudad se asemeja al distrito de Manhattan de Nueva York, tanto en cuestiones de tamaño como de apariencia general. Rapture es completamente autosuficiente, y toda su electricidad, comida, agua y sistemas de purificación de aire y defensa son motorizados por los conductos volcánicos de Hephaestus. La metrópolis está intencionalmente aislada del mundo, y el único acceso aparente hacia el exterior son las batisferas (controladas totalmente por las Industrias Ryan) que llevan a un faro situado en una isla a nivel del mar.

En cuanto a sus fundamentos filosóficos, Rapture no podría ser mejor definida que como una «quebrada» (termino extraído y derivado de la «quebrada de Galt», de la novela La Rebelión de Atlas de Ayn Rand). Una «quebrada» es una comunidad económica y social localizada bajo tierra formada por individuos de mentes liberadas y difiere desde una comuna centrada únicamente en la libertad, lo cual mantiene mejor los derechos de propiedad e individuales que las reglas de un colectivo comunitario.

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